Después de que tenemos meses que no nos hablamos, que nuestras miradas no se cruzan en una videollamada, que tú no mencionas mi nombre borracha ni yo a las 2 de la mañana te mando un mensaje, una foto plebe o un “te pienso” forrado de lágrimas, después de todo eso, hoy nos encontramos cara a cara y nos hacemos los locos.
Después de brecharnos desde cuentas falsas, de jurar que no nos extrañábamos, que lo nuestro había pasado, que no existía, que todo fue un error, ahora nos acercamos con la intención de escucharnos.
Después de decir que no, sabiendo que sí, que sí nos pensábamos, que sí nos gustábamos, que sí nos comíamos en sueños, que sí deseábamos encontrarnos sin ropa entre cuatro paredes, hoy te pregunto: ¿por qué fuimos tan pendejos?
Después de dejarle todo al supuesto destino, de darle luz verde a las suposiciones, de permitir que en nuestros momentos de rabia solo estuviese el silencio, ahora nos lamentamos por no haber hecho nada pa aclarar las cosas.
A veces, luego de privar en fuertes, en que nada nos duele, en que nada nos derriba, terminamos entendiendo que no siempre se tiene la razón, que no somos de acero inoxidable, que no hay algo que nos dañe más que el orgullo y la mala costumbre de no querer bajar la guardia.
Pero nada, tras intentar buscar consuelo en los brazos de alguien más, de llevarnos de que “un clavo saca a otro clavo”, después de tanto andar, yo por aquí, tú por allá, después de casi habernos perdido por completo, de hacernos infelices en más de un momento, hoy terminamos reconociendo que tú me necesitas en tu vida, como yo a ti ahora mismo en mis días.