No le preguntes por qué es así: tan rara, tan loca, tan tóxica o como se te ocurra llamarle.
No intentes buscar una razón, una respuesta a su forma de ser, porque es muy probable que se acabe el mundo antes de que la encuentres.
No trates de comprender sus cambios de humor, nadie lo ha logrado en siglos.
No trates de adivinar lo que ella quiere cenar, el lugar al cual le gustaría ir, el regalo que se le antoja de San Valentín, porque ella ignora eso, o quizá ya lo sepa, pero desea que lo descubras pa ella.
No la entiendas, no hay razón lógica, ni transporte expreso, ni una calle, ni un atajo entre callejones que te lleve hasta ese objetivo.
No trates de entender sus miedos, sus manías, no te pongas a enumerar sus defectos, menos aún a darle un significado a las marcas en su cuerpo.
No trates de conquistarla con las mismas tácticas que usaste con tus ex ni pongas en práctica lo que te recomendó tu amiga de la infancia. Recuerda que no todas las mujeres son iguales y obviamente ella es edición limitada.
No uses el mismo manual que descargaste en PDF pa enamorarla, porque ya no funciona, ya se venció, ya ella cambió hace mucho.
No la entiendas, no busques respuestas afuera. Nadie tiene idea de lo que ella siente, tus panas no la conocen, no les pidas consejos, pues son ajenos a sus gustos, sus hobbies, sus ganas de estar a veces sola y otras veces contigo 25 horas.
No la entiendas, no trates de descifrar su mirada profunda ni sus picadas de ojos.
No trates de tomar un “no” como un “sí”, ni un “sí” como un “no”.
No trates de entender sus celos, pues ha sido así desde chiquita: fiera, reina y defensora a muerte de lo suyo.
No entiendas el porqué de sus notas de voz kilométricas, de sus boches con punto y coma.
No trates de entender sus deseos de salir a comerse el mundo en un momento y, al otro día, los de quedarse encerrada en su habitación haciendo nada.
No la entiendas, porque ella también anda buscando entenderse y entenderte.
No la entiendas, mejor ámala, porque si te pones a pensar, lo que más te fascina de ella es precisamente esa virtud de sorprenderte cada día con una nueva forma de hacerte sentir el centro de su mundo.