Secó sus lágrimas, organizó sus emociones, le dio tiempo al tiempo, permitió que cerraran las heridas, entonces abrió sus alas y voló, voló tan alto que se confundió con las nubes, con el azul y el naranja del atardecer.
Empezó desde cero, dejó atrás actitudes, borró lo que le quitaba energía, dejó en el olvido un ayer que no iba a servirle de nada en el futuro, futuro donde solo quedaba espacio para la valentía, donde solo había cabida para un emocionante presente.
Resurgió de entre las ruinas y convirtió los errores en aprendizaje para lo bonito que le esperaba, para lo bello que tanto imaginó y que por fin se vestiría de realidad.
Le salieron flores y estrellas a su alrededor. Era magia, un universo jamás visto. Era única, una mujer de película.